viernes, 1 de julio de 2022

El afecto, las afecciones y la producción intelectual

 "Un individuo es primero una esencia singular, es decir, un grado de potencia. A esta esencia corresponde una relación característica; a este grado de potencia corresponde un poder de afección. Aquella relación, en fin, subsume las partes, este poder de afección no obstante se encuentra satisfecho por las afecciones." 

Gilles Deleuze, Spinoza: filosofía práctica, p. 38


Hace tiempo retomé mi práctica de Yoga, algo que realizo desde hace veinte años con algunas interrupciones. En la práctica grupal volví a recordar las nociones spinozistas aprendidas a través de la lectura de Deleuze y conversaciones sostenidas con mi amigo Pedro.

Nadie sabe lo que puede un cuerpo.

La práctica del Yoga y la meditación me han hecho recuperar muchas sensaciones que había olvidado. Una de las más importantes tiene que ver con la potencia de las emociones felices y las tristes, además de la manera como unas y otras te suman o restan. 

Los entornos de trabajo suelen absorber mucho tiempo de nuestras vidas. Lo natural sería encontrar entornos laborales armónicos, llenos de relaciones cordiales y afectivas que contribuyen al fortalecimiento de nuestra personalidad y humanidad. Sin embargo, muchas veces trabajamos en espacios frívolos que fomentan la división y apartan cualquier posibilidad de establecer un espíritu de gremio. Muchos entornos laborales se basan en la impersonalidad con el objetivo de generar fricción, desconfianza e individualismo. El corporativismo funciona y también depotencia. 

El Yoga contribuye a recuperar el poder de estar en grupo, de esa energía que potencia y contribuye a generar vínculo humano y social. 

Cuando te encuentras en espacios corporativos en donde no se promueve ni estimulan las actitudes grupales, tampoco cuentas con liderazgos efectivos y, dicho sea de paso, te amenazan con el despido, entonces el clima organizacional se torna oscuro. La opacidad constriñe la colaboración, la producción intelectual, las comunidades discursivas y la interlocución, todas estas características de entornos laborales sanos. 

Hace tiempo dejé de luchar por establecer vínculos laborales potentes. Cuando la estupidez gobierna, no merece la pena argumentar para propiciar cambios. La estupidez, si es colectiva, requiere de actos de liberación individuales. 

Busco un espacio en donde pueda crecer y no haya techos de cristal, en donde el nepotismo, amiguismo, compadrazgo y la adulación no sean mecanismos de ascenso ni garantía de contrato. Busco un lugar en donde exista la libertad de pensamiento, no la (auto)censura ni el chantaje. Busco un lugar en donde tenga compañeros y colegas de trabajo, no sujetos bajo sospecha. 

Los afectos nos constituyen mucho más de lo que podemos pensar. El entorno genera afección, estas aproximan o exilian a las personas involucradas. Al igual que Nietzsche, yo también deseo un mar en donde pueda ahogarme; quiero decir, una persona. 

Por universidades que promuevan el pensamiento crítico, la conciencia social y la producción del conocimiento libre de atajos corporativistas y deshumanizadores.